Frases Sigmund Freud
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Los hombres son fuertes tanto tiempo ya que representan una fuerte idea de que se conviertan en impotentes cuando se oponen a ella.
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La gran pregunta que nadie ha respondido, y que no he sido capaz de responder tras treinta años de investigación del alma femenina es… ¿Qué quiere una mujer?
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uando una relación amorosa está en su punto álgido, no hay cabida para el interés por el resto del mundo. Que los amantes se tengan el uno al otro es suficiente.
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Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde en formas más feas.
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Llamamos perversa a una práctica sexual cuando se ha renunciado a la meta de la reproducción y se persigue la ganancia del placer como meta autónoma.
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Es una predisposición de la naturaleza humana tomar una idea que no le complace como falsa. Así es más fácil encontrar argumentos que estén en contra de esta.
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La oposición no es necesariamente enemistad; simplemente se hace mal uso y se hace una ocasión para la enemistad.
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El que tiene ojos para ver y oídos para oír puede convencerse a sí mismo de que ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios callan, charla con las yemas de los dedos; la traición rezuma de él por cada poro.
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Es imposible escapar a la impresión de que las personas suelen utilizar estándares de medición falsos: que buscan el poder, el éxito y la riqueza para sí mismos y los admiran en los demás, y que subestiman lo que es de verdadero valor en la vida.
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Estamos acostumbrados a decir que todo ser humano muestra impulsos, necesidades y atributos instintivos masculinos y femeninos, pero las características de lo que es masculino y femenino sólo se pueden demostrar en la anatomía, y no en la psicología.
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Una civilización que deja insatisfechos a un número tan grande de sus participantes y los lleva a la revuelta no tiene ni merece la perspectiva de una existencia duradera.
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Los hombres viven, en general, el presente con una cierta ingenuidad; esto es, sin poder llegar a valorar exactamente sus contenidos.
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Toda persona normal, de hecho, es normal en promedio. Su ego se aproxima al del psicótico en una parte u otra y en mayor o menor medida.
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En el desarrollo de la humanidad en su conjunto, al igual que en los individuos, el amor solo actúa como el factor civilizador en el sentido de que trae un cambio del egoísmo al altruismo.
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Un egoísmo fuerte es una protección contra la enfermedad, pero en última instancia, debemos comenzar a amar para no enfermarnos, y debemos enfermarnos si, como consecuencia de la frustración, no podemos amar.
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La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?
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De este yo depende la conciencia; él gobernará los accesos a la motilidad, vale decir: a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior.
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La tensión entre las exigencias de la concienciamoral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa.
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