Frases de José Ortega y Gasset
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El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor.
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Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.
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Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral.
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Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde.
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La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.
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El deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho.
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El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor.
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Cuidado de la democracia. Como norma política parece cosa buena. Pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.
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Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser.
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Nuestras convicciones más firmes tienden a ser las más sospechosas; marcan nuestras limitaciones y nuestros límites. La vida es una cosa insignificante a menos que sea movida por el impulso indomable de ampliar sus límites.
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Al hablar, al pensar, nos comprometemos a aclarar las cosas, y eso nos obliga a exagerarlas, a dislocarlas, a esquematizarlas. Todo concepto es en sí mismo es una exageración.
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El cínico, parásito de la civilización, vive de negarlo, por el mismo motivo que está convencido de que no fallará.
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El que no se siente realmente perdido, está perdido sin remisión; es decir, nunca se encuentra a sí mismo, nunca se enfrenta a su propia realidad.
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Puede haber tanta nobleza en ser el último como en ser el primero, porque las dos posiciones son igualmente necesarias en el mundo, una para complementar a la otra.
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Todas las filosofías cínicas han hecho su entrada en la sociedad arropándose con los guiñapos de la franqueza.
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La vida humana eterna sería insoportable. Cobra valor precisamente porque su brevedad la aprieta, densifica y hace compacta.