Un día alguien tendrá que decir basta.
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La amargura es como el cáncer. Se come al anfitrión. Pero el enojo es como el fuego. Quema todo hasta dejarlo en cenizas.
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El desdén está muy ligado a la indignación, y en ambos casos de lo que se trata es de rechazar a alguien y excluirlo por completo de la comunidad.
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Como un toro que tiene los ojos enardecidos, así me siento, y no exagero cuando digo que solo Dios podría calmar este tipo de enojo.