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Frases de Platón

Frases de Platón

Platón​​​ fue un filósofo griego seguidor de Sócrates​ y maestro de Aristóteles.

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  • El que comete injusticia se vuelve más miserable que el que la sufre.



  • La peor forma de injusticia es la justicia simulada.



  • Hacer la injusticia es más vergonzoso que sufrirla.



  • La injusticia es censurada porque las censuras tienen miedo al sufrimiento y no el temor que tienen de cometer injusticias.



  • Una de las sanciones por negarse a participar en la política es que termines siendo gobernado por tus inferiores.



  • En política suponemos que todos los que saben cómo obtener votos saben cómo administrar una ciudad o un estado. Cuando estamos enfermos… no pedimos el médico más guapo o el más elocuente.



  • Hombre: un ser en busca de sentido.



  • La belleza del estilo y la armonía y la gracia y el buen ritmo dependen de la simplicidad.



  • La excelencia no es un regalo, sino una habilidad que requiere práctica. No actuamos correctamente porque somos excelentes, de hecho, logramos excelencia al actuar correctamente.



  • La primera y mejor victoria es conquistarse a uno mismo a través del autocontrol.



  • La victoria mas grande e importante es conquistarse a uno mismo.



  • Sé amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando su ardua batalla...



  • Ser amable con todos los que te encuentras es pelear una dura batalla.



  • Los hombres viven celosos de la inmortalidad.



  • Lo que se mueve por sí mismo es inmortal.



  • A vosotros (políticos) os hemos formado en interés del Estado tanto como en el propio vuestro, para que seáis en nuestra República nuestros jefes y vuestros reyes.



  • La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo.



  • El amor es alegría de la buena, maravilla de los sabios, y asombro de los dioses.



  • Precisamente, es característico del filósofo este estado de ánimo: el de la maravilla, pues el principio de la filosofía no es otro.



  • La filosofía comienza en el asombro.



  • El gran error del tratamiento de enfermedades es que hay médicos para el cuerpo y para el alma, aunque no pueden ser separados.



  • Si se espera que las mujeres hagan exactamente los mismos trabajos que los hombres, debemos enseñarles las mismas cosas.



  • Una buena decisión está basada en conocimiento y no en números.



  • Nadie sabe si la muerte es realmente la mayor bendición que una persona puede tener, pero todos temen que sea la mayor maldición, como si lo supiesen bien.



  • La vida no es lo peor que me puede pasar.



  • Podemos perdonar fácilmente a un niño por tenerle miedo a la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres le temen a la luz.



  • El estado en que menos anhelan gobernar quienes han de hacerlo es forzosamente el mejor.



  • Pensar es hablar el alma consigo misma.



  • Muchos son los portadores de tiros, pero pocos los místicos.



  • Los espíritus vulgares carecen de destino.



  • Cuando un hombre empieza a pensar en que va a morir, le entra miedo y preocupación por cosas por las que antes no le entraban.



  • Ningún asunto humano merece mucha ansiedad.



  • Hay dos formas de inconformismo: la una activa, y la otra indolente y plañidera.



  • El principio de la actividad es el amor. El amor llena con su presencia el universo entero, mueve sus resortes y les hace concurrir a un admirable concierto.



  • Si bien buscas, encontrarás.



  • Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos.



  • Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte.



  • La divinidad es, por tanto, absolutamente simple y veraz en palabras y en obras y ni cambia por sí ni engaña a los demás en vigilia ni en sueños con apariciones, palabras o envios de signos.



  • Si se aspira a que una ciudad se desenvuelva en buen orden, hay que impedir por todos los medios que nadie diga en ella que la divinidad, que es buena, ha sido causante de los males de un mortal.



  • En el alma de un esclavo no puede hallarse el menor resquicio donde pueda albergarse la virtud, y que ningún hombre sensato puede fiarse nunca de ellos.