Frases de Gabriel GarcÃa Márquez

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecÃan de nombre, y para mencionarlas habÃa que señarlarlas con el dedo
HabÃa la dureza de los senos, el hábito de la ternura, pero conservaba intacta la locura del corazón.
No es cierto que la gente deja de perseguir sueños porque envejecen, comienzan a envejecer porque dejan de perseguir sueños.
El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazarÃa fuertemente, y rezarÃa al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
La sensibilidad desaparece y la razón comienza a embotarse hasta cuando se pierde la noción del tiempo y del espacio.
Bailó casi tres horas, haciendo repetir la pieza cada vez que cambiaba de pareja, tratando quizás de reconstituir el esplendor de antaño con las cenizas de sus nostalgias.
Hasta la adolescencia, la memoria tiene más interés en el futuro que en el pasado, asà que mis recuerdos del pueblo no estaban todavÃa idealizados por la nostalgia.
Esa tarde se preguntó a sà mismo, con su infinita capacidad de ilusión, si tal indiferencia implacable podrÃa no ser un subterfugio para ocultar los tormentos del amor.
El mundo habrá terminado de joderse el dÃa en que el hombre viaje en primera y la literatura en el vagón de carga.
No es verdad que la gente pare de perseguir sus sueños porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños.
Entonces lloré por él y por mÃ, y recé de todo corazón para no encontrarme con él nunca más en mis dÃas.
La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
RegarÃa con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos.
Nunca dejes de sonreÃr, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.
La ficción se ideó el dÃa en que Jonah llegó a casa y le dijo a su esposa que habÃa llegado tres dÃas tarde porque una ballena se lo habÃa tragado.
Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.
Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
En última instancia, la literatura no es más que la carpinterÃa. Con tanto que está trabajando con la realidad, un material tan duro como la madera.