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Frases Albert Camus

Frases Albert Camus

Albert Camus fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia.

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  • La ociosidad es fatal solo para los mediocres.



  • Buscar lo que es verdad no es buscar lo que es deseable.



  • Jamás he sentido tanto el desapego de mí mismo, a la vez que mi presencia al mundo. Si, estoy presente. Y lo que me impresiona en este momento es que no puedo ir más lejos. Como un hombre preso a perpetuidad y al que todo le es presente.



  • El esclavo comienza por reclamar justicia y termina deseando la realeza.



  • Bienaventurados los corazones que pueden doblarse, nunca serán quebrantados.



  • No tengo idea de qué me espera o qué ocurrirá cuando todo esto termine. Por el momento se esto: hay gente enferma y necesito curarlas.



  • Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa



  • En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo.



  • El que mata o tortura sólo conoce una sombra en su victoria: no puede sentirse inocente. Necesita, pues, crear la culpabilidad en la víctima.



  • Nadie se da cuenta de que algunas personas gastan una energía tremenda simplemente para ser normales.



  • El que desespera la condición humana es un cobarde, pero el que tiene esperanza para ella es un necio.



  • La necesidad de tener razón es el signo de un espíritu vulgar.



  • Me abrí a la gentil indiferencia del mundo.



  • Al principio de las plagas, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. [..] Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad, es decir, al silencio.



  • Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad.



  • Es fácil proteger el cuerpo exterior de las flechas envenenadas, pero es imposible proteger la mente de los dardos envenenados que se originan en sí mismos. La avaricia, la ira, la necedad y el enamoramiento del egoísmo: estos cuatro dardos envenenados se originan en la mente y la infectan con veneno mortal.



  • Para la prensa, como para el hombre, la libertad sólo ofrece una posibilidad de ser mejor; el servilismo no es más que la certidumbre de ser peor.



  • Ten en cuenta, además, que no es más inmoral robar directamente a los ciudadanos que imponer impuestos indirectos en el precio de los bienes de los que no pueden prescindir.



  • A lo largo de mi absurda vida, un viento oscuro se ha alzado hacia mí desde algún lugar profundo de mi futuro.



  • Sin cultura y la libertad relativa que implica, la sociedad, incluso cuando es perfecta, no es más que una jungla. Por esta razón cualquier creación auténtica es un regalo al futuro.



  • Los que carecen de coraje siempre encontrarán una filosofía para justificarla.



  • La integridad no está sujeta a reglas.



  • El hombre más inteligente en su terreno puede ser el más tonto en otros.



  • La capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por la provocación.



  • En la profundidad del invierno, finalmente aprendí que había en mí un verano invencible.



  • Donde reina la lucidez, la escala de valores es inútil.



  • No es noble la rebelión por sí misma, sino por lo que exige.



  • Me rebelo, luego somos.



  • Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo…



  • Inocente es quien no necesita explicarse.



  • No es difícil tener éxito. Lo difícil es merecerlo.



  • Es muy fácil obtener fama pero es muy difícil merecerla.



  • Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.



  • El hombre tiene dos caras: no puede amar sin amarse.



  • He visto a personas obrar mal con mucha moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas.



  • No hay nada más triste que el recuerdo de la felicidad en tiempos de infelicidad.