Frases de Adam Smith
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El resentimiento parece que nos ha sido dado por la naturaleza como defensa y solo como defensa. Es la salvaguardia de la justicia y la seguridad de la inocencia.
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La gran ambición, el deseo de superioridad real, de liderar y dirigir, parece ser todo peculiar al hombre, y el habla es el gran instrumento de la ambición.
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El robot va a perder. No por mucho. Pero cuando se anote el resultado final, la carne y la sangre derrotarán al monstruo maldito.
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Ninguna sociedad puede prosperar y ser feliz si en ella la mayor parte de los miembros es pobre y desdichado.
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No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés.
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El verdadero precio de todo, lo que todo realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirlo, es el esfuerzo y la complicación de adquirirlo.
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¿Qué se puede añadir a la felicidad de un hombre que tiene buena salud, no tiene deudas y cuenta con una conciencia limpia?
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Tan pronto como la tierra se ha convertido en una propiedad privada, el terrateniente exige una parte de casi todos los productos que el trabajador pueda producir o recoger en ella.
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Una gran ambición, el deseo de una verdadera superioridad, de dirigir y liderar, parece ser algo peculiar del hombre.
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Muchas personas pasan por nuestra vida, pero sólo muy pocas llegan a ocupar un gran lugar en nuestro corazón.
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La disciplina real y efectiva que se ejerce sobre un trabajador es la de sus clientes. Es el miedo a perder su empleo lo que restringe sus fraudes y corrige su negligencia.
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El progreso más importante de la capacidad productiva del trabajo y la mayor parte de la habilidad, con que éste se aplica o dirige, parecen haber sido consecuencia de la división del trabajo.
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El mundo no ha visto nunca ni verá jamás una lotería perfectamente justa, una en donde las ganancias totales compensen las pérdidas totales.
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La virtud es más temible que el vicio, porque sus excesos no están sujetos a la regulación de la conciencia.
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Es injusto que toda la sociedad contribuya a un gasto cuyo beneficio se limita a una parte de la sociedad.
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Sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, para contener nuestro egoísmo y ejercitar nuestros afectos benévolos, constituye la perfección de la naturaleza humana.
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Es una grandísima impertinencia y presunción de reyes y ministros el pretender vigilar la economía privada de los ciudadanos y restringir sus gastos.
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¿Qué mayor felicidad hay que la de ser amado y saber que lo merecemos? ¿Qué mayor desgracia que la de ser odiado y saber que lo merecemos?
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Todo hombre sobrevalora en cierta medida sus posibilidades de éxito y la mayoría subvalora sus posibilidades de fracaso.
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Con arreglo a la experiencia de todas las épocas y naciones, pienso que, en el fondo, el trabajo realizado por hombres libres es más barato que el de los esclavos.
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No es muy irrazonable el que los ricos contribuyan al gasto público, no sólo en proporción a su ingreso, sino en algo más que en esa proporción.
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Ninguna sociedad puede ser feliz y próspera si la mayor parte de sus ciudadanos son pobres y miserables.
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No hay más requisitos para llevar a un estado al más alto grado de opulencia a partir de la mayor barbarie, que la paz, unos impuestos sencillos y una tolerable administración de la justicia.
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Aventúrate con todos los boletos en la lotería y perderás con seguridad; y cuanto mayor sea el número de tus boletos, más te acercarás a esta certeza.
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Para la mayor parte de la gente rica, el gozo principal de la riqueza consiste en el desfile de la riqueza.
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