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Frases de Santiago Ramón y Cajal

Frases de Santiago Ramón y Cajal

Fue un médico español, especializado en histología y anatomía patológica.

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  • La hermosura es una carta de recomendación escrita por Dios.



  • El cerebro humano es como una máquina de acuñar monedas. Si echas en ella metal impuro, obtendrás escoria; si echas oro, obtendrás moneda de ley.



  • Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro.



  • Al cavilar sobre las limitaciones del espíritu humano siéntese algo así como abatimientos de rey destronado, nostalgias y desfallecimientos del águila alicortada y prisionera.



  • Los débiles sucumben, no por débiles, sino por ignorar que lo son. Lo mismo sucede a las naciones.



  • La gloria, en verdad, no es otra cosa que un olvido aplazado.



  • Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia.



  • Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas.



  • Nos desdeñamos u odiamos porque no nos comprendemos porque no nos tomamos el trabajo de estudiarnos.



  • Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que sabe cambiar de opinión.



  • Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.



  • Como hay talentos por el estudio, hay tontos entontecidos por desuso.



  • Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas; es menester hacerlas vibrar con la emoción de lo nuevo e infundirles nobles y elevadas inquietudes.



  • En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero.



  • Para el biólogo, el ideal supremo consiste en resolver el enigma del propio yo.



  • De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio.



  • Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.



  • ¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia?



  • O se tienen muchas ideas y pocos amigos o muchos amigos y pocas ideas.



  • Procuremos agradar e instruir: nunca asombrar.



  • Solo la alegría es garantía de salud y longevidad.



  • El hombre es un ser social cuya inteligencia necesita para excitarse el rumor de la colmena



  • A nadie cuesta más que a aquel que mucho desea.



  • Hay tres clases de ingratos: los que se callan el favor, los que lo cobran y los que lo vengan.



  • Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!



  • Lo malo de un país no consiste en su debilidad, sino en que ésta sea ignorada de quienes tienen inexcusable obligación de conocerla.



  • Se conocen infinitas clases de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento.



  • La experiencia no sirve de nada. Los hombres experimentados son aquellos jugadores que apuntan las cartas que han salido, pero no saben las que van a salir.



  • El que toma las cosas a broma es siempre vencido por el que las toma en serio.



  • El ahorro excesivo declina rápidamente hacia la tacañería, cayendo en la exageración de reputar superfluo hasta lo necesario.



  • Los hombres guerrean para adquirir un pedazo de tierra donde ser prematuramente enterrados.



  • En la máquina social hay que ser motor, no rueda, personalidad, no persona.



  • El anciano propende a enjuiciar el hoy con el criterio de ayer.



  • Lo más triste de envejecer es carecer de mañana.



  • No deben preocuparnos las arrugas del rostro, sino las del cerebro.



  • Sin cierta inmodestia, o dígase confianza excesiva en las propias fuerzas, nadie acomete empresas de importancia.



  • He aquí una evidencia que es también una norma; los únicos tónicos de la voluntad son la verdad y la justicia.



  • Cosa corriente es que vanidosos y presuntuosos finjan poseer lo que desean.



  • Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación y aplauso mueve a todos los hombres...



  • Los celos iracundos de algunas hembras significan, antes que el temor de perder un amante, el recelo de que se cierre un bolsillo.