Frases de Ricardo Arjona
Es un cantautor, compositor, arreglista, músico y productor musical guatemalteco.
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Y sigo aquà tocando fondo, desde mi paÃs que es este quinto piso, desde tu exilio voluntario la nostalgia sigue de primer ministro.
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El bar es un hotel de medio pelo que le cura el desconsuelo a los que no saben qué hacer con el desvelo.
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¿Por qué es tan cruel el amor? que no me deja olvidar, que me prohibe pensar, que me ata y desata y luego de a poco me mata.
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Y si se apagan las luces, y si se enciende el infierno, y si me siento perdido sé que tú estarás conmigo, con un beso de rescate.
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¿Se te apagó la luz o la encontraste?, ¿se te safó un tornillo o lo apretaste?, ¿cuál es la dimensión de la locura?, ¿si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
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A ti ya no te queda nada, y a mà me queda por lo menos, éste sÃndrome incurable de quererte tanto.
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Aquà hombre es el que tiene mujeres y vida de tormenta, sin saber que hombre es el que tiene una y la mantiene contenta.
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Desde niño fui aprendiendo que la religion no es mas que un metodo, con el titulo prohibido pensar que ya todo esta escrito.
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Dice la gente que tú y yo no hacemos compañÃa por ser agua y aceite ¡Qué ironÃa! si fuésemos iguales, ¡qué apatÃa!, no tendrÃamos de qué hablar cada siguiente dÃa.
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El tiempo es cuestión de tiempo, la vida es cuestión de vida, la vida dura un momento, el tiempo toda la vida.
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Me compré unos cuantos amigos, una novia, y un perro. Los amigos y la novia se fueron, sólo me quedó el perro que no tiene prejuicios… y me acepta como soy.
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Minutos que disfrutan morir, minutos que no tienen lugar, minutos que se estrellan en mi «son kamikazes de Dios».
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Mujeres, lo que nos pidan, podemos, si no podemos no existe y si no existe lo inventamos por ustedes, mujeres.
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No se acaba el amor sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa.
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Nunca falta una amiga, con su historia serpiente, para vender intrigas, necesitas un cliente, si te clava una duda y soy yo el penitente.
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Pero te extraño a rabiar, al extremo de que nuestra cama no la he vuelto a usar. Y si me cae una aventura, la revuelco en el sofá, por no herir el recuerdo que se anida en el colchón.
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