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Hay ciertas cosas en las que no se debe soportar la mediocridad, como poesÃa, música, pintura, hablar en público.
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El hombre guarda mejor el secreto ajeno que el suyo; la mujer, por el contrario, guarda mejor su secreto que el ajeno.
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Hombre que vive entre intrigas durante algún tiempo, no puede ya pasarse sin ellas; cualquier otra manera de vida le resulta lánguida.
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El esclavo sólo tiene un dueño: el ambicioso, tantos como personas le puedan ser útiles a su fortuna.
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Es una cosa triste cuando los hombres no tienen ni el ingenio para hablar bien, ni el juicio para mantener sus lenguas.
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Es una gran miseria no tener suficiente espÃritu para hablar con propiedad, pero es mayor miseria todavÃa no poseer suficiente juicio para saber callar a tiempo.
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Frecuentemente la verdad suele ser lo contrario de los rumores que circulan acerca de los sucesos y de las personas.
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La modestia es al mérito lo que en un cuadro son las sombras respecto a las figuras: le da fuerza y relieve.
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Propósito bien vano serÃa el de pretender poner en ridÃculo a un hombre muy necio, pero muy rico: los que se rÃen están de parte suya.
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No hay en el mundo más que dos maneras de prosperar: una, por la propia industria; otra; por la imbecilidad ajena.
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Escribir bien es gloria y mérito de algunos hombres, de otros serÃa gloria y mérito no escribir nada.
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De multitud de personas apenas hay cosa que valga la pena más que el nombre. Cuando las veis de cerca, son menos que nada; de lejos, imponen.
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La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recÃprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.
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La aprobación es una cosa arbitraria, la belleza es algo más real e independiente del gusto y de la opinión.
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Los modales corteses hacen que el hombre aparezca exteriormente tal como deberÃa ser en su interior.
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