Frases de Culpa
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La conciencia a los culpados ahorca tan pronto y bien,que hay muy pocos que no estén dentro de su pecho ahorcados.
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¡Ay, ay, cómo culpan los mortales a los dioses!, pues de nosotros, dicen, proceden los males. Pero también ellos por su estupidez soportan dolores más allá de lo que les corresponde.
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De ignorante y de brutal es el culpar a otros de sus propias miserias. Aquel que a sí mismo se culpa de su infortunio, comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero el que ni se acusa a si, ni a los demás, es perfectamente sabio.
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No te precipites y, pensando castigar el ajeno delito, te eches sobre ti la pena de la culpa propia.
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Quien puede sentirse capaz de negar a Dios frente a una noche estrellada, delante de las sepulturas de los suyos, o ante el mismo martirio, es o enormemente desdichado o enormemente culpable.
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Las personas dichosas tienen un defecto de que nunca se corrigen, y es, el de creer que los desgraciados lo son por culpa suya.
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El pudor delimita en el hombre los confines internos de la culpa. En el punto en que alguien se ruboriza comienza su más noble personalidad.
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Si estás furioso, y creyendo que tienes razón expresas tu furia y culpas a todos los demás, en realidad eres tú quien sufre. Las demás personas y el entorno también sufren, pero tú sufres más, porque la furia te está comiendo por dentro, haciendo que te odies a ti mismo más y más. Expresamos estas emociones porque, paradójicamente, pensamos que eso nos producirá cierto alivio. Equiparamos la expresión con la felicidad. Y a menudo se produce cierto alivio, momentáneo. Cuando eres adicto y satisfaces tu adicción, sientes un alivio momentáneo. Y después la pesadilla empeora.
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Hay perdones que circulan vacíos en busca de las culpas que están vacantes yo ya no sé si quedarme sin culpas o quedarme con los viejos perdones esos que pasan lejos del abismo porque ese riesgo es para los culpables.
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Acusar a los demás de nuestras propias desgracias es consecuencia de nuestra ignorancia; acusarse a sí mismo es comenzar a entenderse, no acusar ni a otros ni a sí, esa es la verdadera sabiduría.
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Hay tan pocas grandes fortunas libres de culpa, que yo perdono a vuestros padres el que no os hayan dejado ninguna.
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Cuando sufrimos, nos persuadimos fácilmente que es por culpa nuestra; las tristezas violentas llevan la turbación hasta nuestra conciencia.
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Quizá todos deberíamos haber hecho algo más, pero tenemos que permitir que la culpa nos recuerde hacerlo mejor la próxima vez.
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Cuando había pasado ya medio minuto, comenzó a pensar qué debía responder. Porque ─se dijo─ si bien soy inocente de lo que se me acusa, soy también culpable de otros actos; todos los hombres son culpables de algo.
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Que me den seis líneas escritas por la mano del hombre más honrado, y hallaré en ellas algún motivo para ahorcarlo.
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La proyección de la culpa evita asumir la responsabilidad de los propios actos: el problema son los demás que no los entienden.
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Después de mi casamiento he pensado noche y día de quién era la culpa, y cada vez que pienso sale una nueva culpa que se come a la otra, pero ¡siempre hay culpa!
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Nadie tiene la culpa. No es su defecto ni el nuestro. Esta es la desgracia de nacer en un mundo que se está muriendo.
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