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Frases de Adolf Hitler

Frases de Adolf Hitler

Fue un político, militar, pintor y escritor alemán, de origen austrohúngaro; canciller imperial desde 1933 y Führer de Alemania desde 1934 hasta su muerte.

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  • Yo uso la emoción para la mayoría y reservo la razón para la minoría.



  • Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña.



  • La gran mayoría del pueblo es, por naturaleza y criterio, de índole tan femenina, que su modo de pensar y obrar se subordina más a la sensibilidad anímica que a la reflexión.



  • Cuando se inicia y desencadena una guerra lo que importa no es tener la razón sino conseguir la victoria.



  • Cualquier alianza cuyo propósito no sea la intención de la guerra de los salarios es inútil y sin sentido.



  • Desmoralizar al enemigo desde dentro, por sorpresa, terror, sabotaje, asesinato. Esta es la guerra del futuro.



  • Los generales piensan que la guerra debe ser ganada como los torneos de la Edad Media. No tengo ningún lugar para los caballeros; yo necesito revolucionarios.



  • El que encienda la antorcha de la guerra en Europa no puede desear nada más que caos.



  • Todos los grandes movimientos son movimientos populares. Son las erupciones volcánicas de las pasiones y emociones humanas, agitadas a la actividad por la diosa cruel de la angustia o por la antorcha de la palabra hablada lanzada en el medio del pueblo.



  • El humanitarismo es la expresión de la estupidez y la cobardía.



  • Lo esencial para el éxito es un trabajo permanentemente constante y regular de la violencia.



  • El primer esencial para el éxito es un trabajo perpetuo constante y regular de la violencia.



  • La fuerza reside no en la defensa sino en el ataque.



  • Sólo él que es propietario de la juventud gana el futuro.



  • Si la libertad carece de armas, debemos compensarlas con fuerza de voluntad.



  • Las fantásticas cargas políticas y económicas impuestas por ese tratado han desilusionado por completo al pueblo alemán y han aniquilado su creencia en la justicia.



  • Quien renuncia a luchar en un mundo cuya ley es una lucha constante, no merece vivir.



  • La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la naturaleza y antepone la cantidad numérica y su peso inerte al privilegio sempiterno de la fuerza y del poder.



  • La obediencia pasiva y la fe infantil constituyen el peor de los males que es posible imaginar.