Skip to main content

Quizá, cuando uno tenía ochenta años,

Quizá, cuando uno tenía ochenta años, sólo se ...

Quizá, cuando uno tenía ochenta años, sólo se atenía a las costumbres, porque al haberse ya desinteresado el cuerpo de la sexualidad y la mente de la reflexión, las cosas pequeñas de la vida contaban más que las grandes y, finalmente, uno iba convenciéndose lentamente de que lo único cierto era que nada importaba.


Te pueden interesar también



  • El odio no es lo más peligroso. Es la indiferencia.



  • Ser indiferente hacia lo bello es tener los ojos cerrados para siempre.



  • La indiferencia es el peso muerto de la historia.



  • La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia.



  • Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia.