Quizá, cuando uno tenía ochenta años,
Quizá, cuando uno tenía ochenta años, sólo se atenía a las costumbres, porque al haberse ya desinteresado el cuerpo de la sexualidad y la mente de la reflexión, las cosas pequeñas de la vida contaban más que las grandes y, finalmente, uno iba convenciéndose lentamente de que lo único cierto era que nada importaba.
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