Para un hombre desgraciado, todos los dÃ
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El cerebro de los necios transforma la filosofÃa en tonterÃa, la ciencia en superstición, y el arte en pedanterÃa.
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Es supersticiosa y vana la costumbre de buscar sentido en los libros, equiparable a buscarlo en los sueños o en las lÃneas caóticas de las manos.
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La superstición es a la religión lo que la astrologÃa es a la astronomÃa, la hija loca de una madre cuerda.
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