No hay seguridad sin Dios.

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La seguridad no es cara, es inestimable.
La tradición se convierte en nuestra seguridad, y cuando la mente está segura está en decadencia.
La tarea psíquica que una persona puede y debe establecer por sí mismo no es sentirse segura, sino ser capaz de tolerar la inseguridad.
El deseo de seguridad va contra toda noble y gran empresa.
Cada lugar donde nos sentimos seguros es un tesoro.