No cabe, de otra parte, verdadera compet
No cabe, de otra parte, verdadera competencia entre las falsedades agradables, que halagan las pasiones populares, y las verdades desagradables, que en vano tratarán de combatirlas. Sobre este tema se pudieran escribir muchos capÃtulos, pero baste afirmar que la libertad del pensamiento tiene que conducir al triunfo de la falsedad y de la mentira.
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Lo importante es que el sexo no haya sido únicamente una cuestión de sensación y de placer, de ley o de interdicción, sino también de verdad y de falsedad, que la verdad del sexo haya llegado a ser algo esencial, útil o peligroso, precioso o temible; en suma, que el sexo haya sido constituido como una apuesta en el juego de la verdad.
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Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresÃa y la virtud.
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Lo que hace tan plausible suponer que la hipocresÃa es el vicio de todos los vicios es que la integridad, de hecho, puede existir bajo la cobertura de todos los demás vicios excepto de este. Sólo el crimen y el criminal, es cierto, nos confrontan con la perplejidad del mal radical; pero sólo el hipócrita está realmente podrido hasta la médula.