Frases de Thomas Mann
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Salimos de las tinieblas y entramos en las tinieblas. Entre esos dos instantes hay muchas experiencias, vivencias, pero no vivimos ni el principio ni el fin.
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La naturaleza no puede traducirse en conocimiento, como tampoco la vida, en último término, puede explorarse a sà misma.
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¡Qué disciplina, qué exactitud de pensamiento expresaba aquel cuerpo tenso y de juvenil perfección!
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Todo lo que es perfecto en su especie debe trascender de su especie, debe ser otra cosa, algo incomparable.
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Un principio sano sólo puede producir efectos sanos, con independencia de cuál sea su criterio inicial.
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Lo tÃpico deja frÃo, sólo lo individual es capaz de trastornarnos. Asà se explica la ecuanimidad de la conciencia ante el dolor.
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Es la ingratitud de la juventud en vÃas de formarse. Acepta regalos para luego sacarles los defectos.
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Todo engaño en el que no subyace alguna forma de verdad superior y que, por lo tanto, no es más que una pura mentira resultará burdo.
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Pero comprendo mal cómo puede usted creer que un corazón tan desesperado, un espÃritu tan frÃo, puede estar dotado para la música.
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Nada puede ser, en el fondo, más mezquino que tachar de absurdo el hecho de que el espÃritu quiera defender su dignidad frente a la naturaleza y se niega a rendirse ante ella.
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Lo instintivo está directamente relacionado con lo nacional, y Dios mismo ha dotado a los hombres del instinto natural que incita a los pueblos a escindirse y formar diferentes Estados.
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Ni el nacimiento ni la muerte; ninguno de los dos tiene carácter subjetivo; en tanto proceso, caen enteramente en el terreno de lo objetivo.
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Súbitamente sintió el deseo imperioso de escribir. Cierto es que, como suele decirse, Eros ama el ocio, y que sólo para el ocio ha nacido.
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El silencio sólo servirÃa para fomentar la indiferencia moral del mundo, ustedes han cumplido con su deber al publicar este libro y sacar a la luz pública estos hechos.
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La muerte desata y libera. Libera del peso de las costumbres y de la moral, libera de la disciplina y del decoro, libera todo en aras del placer.
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En el fondo, al ser humano le favorece cualquier cosa menos lo que es contrario a su naturaleza, las estupideces y las medias tintas.
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Wagner veÃa en el arte un arcano sagrado, una panacea para los males de la sociedad, mientras que Tolstói, hacia el final de su vida, lo rechazaba como un lujo frÃvolo.
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A pesar de tu rebeldÃa y de estar convencido de que esa rebeldÃa tuya era idealista, tu espÃritu nunca poseyó la suficiente fuerza.
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Los pensamientos de un hombre solitario, son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza.
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El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos.
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Atiende con placer tus negocios durante el dÃa, pero emprende sólo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche.
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El tiempo es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquà no es el allÃ, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento.
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La vivacidad del sentido del tiempo se habÃa debilitado. Los dÃas comenzaban a volar, a pesar de que cada uno de ellos se componÃa de esperas renovadas y sensaciones silenciosas y secretas.
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Cada palabra que sale de su boca es tan redonda y apetitosa que, cuando le escucho, me hace pensar en panecillos calientes.
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Saludó al mar con los ojos, y su corazón se llenó de alegrÃa al contemplarse tan cerca de Venecia.
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Lo que un fenómeno maravilloso que es, cuidadosamente considerada, cuando el ojo humano, que joya de estructuras orgánicas, se concentra su brillo húmedo en otra criatura humana!
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Me encanta y reverencia la Palabra, el portador del espÃritu, la herramienta y reluciente reja del progreso.
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La democracia es intemporal humana, y la atemporalidad implica siempre una cierta cantidad de potencial de la juventud.
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Es un hecho extraño que la libertad y la igualdad, las dos ideas básicas de la democracia, son en cierta medida contradictorias. Lógicamente considerado, la libertad y la igualdad son excluyentes entre sÃ, al igual que la sociedad y el individuo son mutuamente excluyentes.
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Reducido a un nivel de masa miserable, el nivel de un Hitler, el romanticismo alemán estalló en una barbarie histérica.
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Aquella peculiar sensación, como soñada y también como de pesadilla de que todo se mueve y no se mueve nada, de cambiante permanencia que no es sino un constante volver a empezar y una vertiginosa monotonÃa.