Créeme, esto es lo más tonto del mundo; todos los puertos son iguales y, naturalmente, todos los países son los mismos.
(...) No sabes, mujercita mía, lo absurdo que es todo esto: niebla, niebla desde hace doce horas y la imposibilidad de saber exactamente dónde nos hallamos.
Tú estás en todas las cosas, en todos los momentos: en las olas, en las nubes, y en las estrellas, y un poco en todas las mujeres.
Hay mucha niebla, nada de nuevo para ti ya que sabes cómo es: como cuando en nuestro puerto la hay. Además es muy sencillo: no se ve nada.
¿Cómo quieres que te hable de todos estos países, de sus costumbres, de sus habitantes, de sus paisajes, si sólo los veo desde fuera, desde cubierta, bordeando las costas?
¡Qué el cielo era la mar, cómo no lo supo usted antes! Estrellas, islas del Océano Pacífico diseminadas: cielo, espejo del mar, recogido por el otro lado, mar infinito.