Frases de Julio Cortázar

Las costumbres, Andrée, son formas concretas del ritmo, son la cuota del ritmo que nos ayuda a vivir.
Una lenta ceremonia incomprensible nos había acercado en la noche desde nuestras infinitas distancias.
Todo puede ser destruido excepto la nostalgia por el reino, lo llevamos en el color de nuestros ojos, en cada amorío, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña.
Como a veces no puede dormir, en vez de contar corderitos contesta mentalmente la correspondencia atrasada, porque su mala conciencia tiene tanto insomnio como él.
No me dormiré, no me dormiré en toda la noche, veré la primera raya del alba en esa ventana de tantos insomnios, sabré que nada ha cambiado.
Por eso no seremos nunca la pareja perfecta, la tarjeta postal, si no somos capaces de aceptar que sólo en la aritmética el dos nace del uno más el uno.
No es que haya que vivir, puesto que la vida nos es fatalmente dada... la vida se vive a sí misma, nos guste o no.
Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo.
¿Por qué no aceptar lo que estaba ocurriendo sin pretender explicarlo, sin sentar las nociones del orden y de desorden?
Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.
Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros.
No hay como compartir una almohada, eso aclara completamente las ideas; a veces hasta acaba con ellas, lo cual es una tranquilidad.
Detrás de este triste espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria...
Mi interés se tornó bien pronto analítico. Cansado de maravillarme quise saber; he ahí el invariable y funesto fin de toda aventura.
Lo único cierto era el peso en la boca del estómago la sospecha física de que algo no andaba bien, de que casi nunca había andado bien.
En literatura no hay buenos temas y malos temas: solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema.
La cosidad, ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción, empieza nuestro castigo.
Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas...
Yo creo que te comprendo, vos buscas algo que no sabes lo que es. Yo también y tampoco sé lo que es. Pero son dos cosas diferentes.
Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.
El tiempo vuela, como dice Gustave. Uno cree que es lunes y ya estamos a jueves. El otoño se termina, y de golpe es pleno verano.
No nos vimos nunca pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida.
¿De qué sirve un escritor si no puede destruir la literatura? Y nosotros... ¿de qué estamos si no ayudamos tanto como podamos en esa destrucción?