Frases de John Milton
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La mente hace su propio lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo
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Una gota de café bañará a los espíritus decaídos en delicias y los llevará más allá de los ensueños.
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Porque ni el hombre ni el ángel pueden discernir la hipocresía, el único mal que camina invisible, excepto para Dios.
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Antes que perder la libertad es mejor quedarse ciego para no tener que sufrir el triste espectáculo que nos iba a ofrecer nuestro triste espejo.
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No todo está perdido, la férrea voluntad, el estudio de la venganza, el odio inmortal, y el coraje nunca se rinden o se someten.
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Solo el buen hombre puede amar la libertad de corazón, los demás no persiguen la libertad, sino la licencia.
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Ningún hombre que sabe algo, puede ser tan estúpido de negar que todos los hombres nacen libres naturalmente.
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La prudencia es la virtud por la cual discernimos lo que es correcto hacer en diversas circunstancias en el tiempo y el lugar.
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La gratitud otorga reverencia, lo que nos permite encontrar epifanías cotidianas, esos momentos trascendentes de asombro que cambian para siempre la forma en que experimentamos la vida y el mundo.
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El que estudia la venganza, mantiene verdes sus propias heridas, que de otra manera sanarían y saldrían bien.
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Sin embargo, algunos hay que por los pasos debidos aspiran a poner sus justas manos en esa llave de oro que obedece el palacio de la Eternidad.
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El que reina dentro de sí mismo y gobierna las pasiones, los deseos y los miedos, es más que un rey.
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La belleza es el presumir de la naturaleza, y debe lucirse en cortes, fiestas y grandes solemnidades, donde la mayoría se asombrará de la calidad del trabajo.
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El conocer lo que tenemos delante de nosotros, en nuestra vida ordinaria, esa es la principal sabiduría.
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¿Qué es el pueblo sino un confuso rebaño, una turbamulta heterogénea, que exalta las cosas más vulgares?
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Todos los caminos me llevan al infierno. Pero ¡si el infierno soy yo! ¡Si por profundo que sea su abismo, tengo dentro de mí otro más horrible!
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El espíritu vive en sí mismo, y en sí mismo puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo.
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¡Maldecido amor, o maldecido odio, que tanto valen para mí uno como otro, dado que es eterna mi desventura!
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