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La amplitud del cielo, la movilidad de las nubes, los colores cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma apropiado para distraer los ojos sin cansarlos jamás.
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Si el conjunto de árboles, de montañas, de aguas y de casas que llamamos un paisaje es bello, no es por sí mismo, sino por mí, por mi gracia propia, por la idea o el sentimiento que le dedico.
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