¡La fuerza de la indiferencia! Es la que permitió a las piedras perdurar inmutables durante millones de años.
Todo el problema de la vida, entonces, es este: cómo salir de la propia soledad, cómo comunicarnos con los demás.
Los últimos años de vida representan el final de una fiesta de disfraces; las máscaras siempre se dejan caer.
Un hombre nunca está completamente solo en este mundo. En el peor de los casos, tiene la compañÃa de un niño, un joven, y poco a un hombre adulto - la que solÃa ser.
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada.
Cuando somos jóvenes lamentamos no tener una mujer, cuando nos hacemos viejos lamentamos no tener a la mujer.
Serás amado el dÃa en que podrás mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de esto para afirmar su fuerza.
No hay venganza más bella que aquella que infligen los otros a tu enemigo. Tiene hasta la virtud de dejarte la parte del generoso.
Ninguna mujer contrae matrimonio por interés: todas tienen la astucia, antes de casarse con un millonario, de enamorarse de él.
En la inquietud y en el esfuerzo de escribir, lo que sostiene es la certeza de que en la página queda algo de no dicho.