Todos ellos, sin duda, tenían agua, luz
Todos ellos, sin duda, tenían agua, luz, gas, teléfono, un techo bajo el que vivir junto a todos los electrodomésticos que su nómina pudiera pagar y una salud que era la envidia de tres cuartas partes de la humanidad. Pero, a pesar de todo, aparentemente eran infelices; a pesar de formar parte de la elite que hemos dado en llamar primer mundo, occidente o cualquier eufemismo por el estilo que evite decir a las claras que nosotros somos los ricos privilegiados y el resto, los pobres sin esperanza. Habría que organizar infinidad de maratones televisivos para recaudar los fondos necesarios de cara a limpiar nuestras conciencias de tal definición.