Mi conturbado espíritu se regocija con
Mi conturbado espíritu se regocija con la visión de un porvenir en que no habrá un sólo hombre que diga tengo hambre, en que no haya quien diga no sé lee, en que en la tierra no se oiga más el chirrido de cadenas y cerrojos.
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Hay hambre en el mundo porque, por amor al dinero, muchas personas acaparan infinitamente más de lo que necesitan, en lugar de practicar la generosidad y el amor al prójimo tal como sería el anhelo de Dios.
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No es el hambre de los rebeldes que se dejan morir en las cárceles; es el hambre de los esclavos que se dejan matar.