Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse.
La razón es enemiga de toda grandeza [...] Las cosas que llamamos grandes suelen salirse de lo ordinario y como tales entrañan cierto desorden: pues bien, la razón condena ese desorden.
La necesidad de tener razón es el signo de un espíritu vulgar.
El cerebro puede seguir consejos, el corazón no. Y el amor, al no tener geografía, no conoce fronteras.