Frases de Piedad
Las frases de piedad son palabras de consuelo y aliento para aquellos que están pasando por situaciones difÃciles. La piedad es una expresión de compasión y bondad hacia los demás, es una forma de mostrar afecto y solidaridad. Estas frases de piedad están destinadas a dar ánimo a aquellos que están pasando por un momento difÃcil.
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Si no hubiera más piedad entre los pobres que entre los ricos, los mendigos hubieran muchas veces muerto de hambre.
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Para purgarse de la propia infelicidad, el público se convierte en un espectador sediento de sangre, y cada uno saca de la violencia el bálsamo de la piedad, la atracción del sadismo o el remedio del dolor.
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Los humildes, los mansos, los misericordiosos, los justos, los piadosos, los devotos pertenecen a una misma religión; y cuando la muerte los despoje de su máscara, se reconocerán los unos a loa otros, a pesar de las diversas libreas que aquà les hace mutuamente extraños.
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No tengas sólo piedad de los ciegos y de los tullidos; tenla también de los malvados, que tienen la desdicha de ser inválidos de espÃritu.
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Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre.
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Conviene al poderoso para los infelices ser piadoso; tal vez se puede ver necesitado del auxilio de aquel más desdichado.
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Señoras mÃas, tenedlo bien advertido y recordadlo siempre: vuestro mayor enemigo es la misma piedad vuestra, la cual os hace cometer la mayor parte de vuestros despropósitos.
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Algunos suben al matrimonio por los peldaños de la honestidad, otros bajaron al mismo por los de la piedad.
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El sentimiento que más difÃcilmente soporta el hombre es la piedad, sobre todo cuando la merece. El odio es un tónico, hace vivir, inspira la venganza; pero la piedad mata, acentúa más nuestra debilidad.
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Este peca de tÃmido, aquél de osado; sólo el genio sabe ser en la serenidad osado, piadoso en la libertad.
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La piedad es el único y adecuado alivio de la vejez. El que se hace viejo sin tener ninguna clase de esperanzas religiosas, a medida que declina hacia la senil imbelicilidad y siente amontonarse sobre si incesantemente sufrimientos y tristezas, se derrumba en un abismo sin fondo de miserias, en que cada nuevo pensamiento le sumergemás y más, y donde no encuentra sino nuevas gradaciones de angustia y nuevos precipicios de horror.
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La Ley ha sido dada para que se implore la gracia; la gracia ha sido dada para que se observe la ley.
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¿Qué hace falta para ser indulgente? Mucha rectitud de criterio y un poco de piedad en el corazón.
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El amor cruel es mentira. No hay amor donde no hay piedad. ¿Qué es el amor más elevado, sino una piedad devoradora?
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Las indignidades de la estupidez y los desengaños de una pasiónegoÃsta no pueden inspirar mucha piedad.
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- Ten cuidado. Los de los suburbios no tienen piedad.- Exactamente eso es lo que quiero: ninguna piedad. A menudo me atiende el teléfono. ¿Sabes por qué? Porque se olvida. Entonces es cierto, no tiene especial compasión por mÃ. Solo es grande, corpulento, tiene dos brazos, dos piernas, un cerebro que funciona, está bien de salud. Todo el resto, ahora, hoy, en mi estado, como tú dices... de dónde viene, qué hizo antes, me importan tres cominos.
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La piedad no constituye una religión, aunque ella sea el alma de todas; ni de quien solamente siente inclinaciones piadosas puede decirse que tiene religión, del mismo modo que tampoco puede afirmarse que un filántropo, por el hecho de serlo, tiene una patria determinada. No tiene patria ni es ciudadano de un paÃs, sino quien está decidido a observar y a defender determinadas leyes, a obedecer a ciertos magistrados y a adoptar ciertas maneras de ser y de obrar.
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Y quien dirija almas ha de ser ante todo una persona de oración. Para llevar las almas a Dios no basta un vago y superficial conocimiento del camino. Es necesario que él también lo recorra y conozca sus dificultades. Es decir, debe luchar por tener vida interior, trato con Jesús, piedad. Y con la piedad, la ciencia debida y el ejemplo. Ha de estar muy unido al Maestro que posee y comunica esa sabidurÃa divina.