Frases de Miradas
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Quién pudiera ostentar, como una brida, el arco iris sin par de tu mirada desde tu luz a mi negror caída.
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En ciertas miradas de mujer, se advierte muy bien una especie de súplica a que alguien las saque de su habitual hastío.
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Las esmeraldas de mis ojos tristes aguardan tus pupilas de bohemio, y mis manos germinan las caricias que brotan al contacto de tus dedos.
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Cuando en el amor te pido una mirada, ese acto tiene por condena ser insatisfactorio de cualquier manera. Porque nunca me observarás desde donde yo te veo.
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Hay en la azafata la nostalgia de quien va a morir pronto. Fíjense en cómo ve las cosas con la dulzura de una última mirada.
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Todos los que han logrado grandes cosas han tenido un gran objetivo, han fijado su mirada en un objetivo que era alto, uno que a veces parecía imposible.
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Se supone que envejecer con elegancia significa tratar de no ocultar el paso del tiempo y simplemente no mirar como si fueses un desastre.
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Los hombres suelen creer que los ojos de las mujeres bellas tienen algo dentro, y a menudo se equivocan.
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El cielo significa para mí una película infinita. Jamás me canso de observar lo que está sucediendo allá arriba.
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Las miradas que al conocerse hablan entre sí en la distancia, no necesitan palabras… ¡Qué más da! Si ya interpretamos lo que claman.
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Me encanta sentarme en la cima de la montaña y mirarla. No pienso en nada más que la gente que me importa y la vista.
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Incapaz de hablar de sus sentimientos, pero lo que él no sabe es que los lleva en la mirada. Que se le nota todo porque es transparente.
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Tu pupila en la corteza celeste, gira a lo lejos y a ras de suelo, la defienden los lapsus de las débiles, previsoras pestañas.
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Un filósofo es un ciego en una habitación oscura en la búsqueda de un gato negro que no se encuentra allí. Por otro lado, un teólogo es el hombre que lo encuentra.
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Envuelta en un ligero vestido carmesí, de sus hombros brotaban dos grandes alas azabaches. Sus ojos eran tan negros como la muerte y de ellos emergía algo siniestro.
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Tus ojos son ojos vivos que en quien los mira se clavan, y descienden silenciosos hasta la hondura del alma.
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Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
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La mirada que descubre no es necesariamente la mirada que funda, y la que funda no es la que construye, así el universo del mirar, del hacer.
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